22
mi espalda se caiga de mi hombro, y mi brazo sea quebrado de mi canilla.
23
Porque temí el castigo de Dios, contra cuya alteza yo no tendría poder.
24
Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú;
25
si me alegré de que mi hacienda se multiplicase, y de que mi mano hallase mucho;
26
si he mirado al sol cuando resplandecía, y a la luna cuando iba hermosa,
27
y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano,
28
esto también fuera maldad comprobada; porque habría negado al Dios soberano.
29
Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y me regocijé cuando le halló el mal;
30
que ni aun entregué al pecado mi paladar, pidiendo maldición para su alma;
31
cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diese de su carne! Nunca nos hartaríamos.
32
El extranjero no tenía fuera la noche; mis puertas abría al caminante.