4
También yo hablaría como vosotros. Deseo que vuestra alma estuviera en lugar de la mía, que yo os tendría compañía en las palabras, y sobre vosotros movería mi cabeza
5
Pero yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios detendría el dolor
6
Mas si hablo, mi dolor no cesa; y si dejo de hablar, no se aparta de mí
7
Pero ahora me ha fatigado; tú has asolado toda mi compañía
8
Tú me has arrugado; el testigo es mi delgadez, que se levanta contra mí para testificar en mi rostro
9
Su furor me arrebató, y me ha sido contrario; crujió sus dientes contra mí; contra mí aguzó sus ojos mi enemigo
10
Abrieron contra mí su boca; hirieron mis mejillas con afrenta; contra mí se juntaron todos
11
Me ha entregado Dios al mentiroso, y en las manos de los impíos me hizo temblar
12
Próspero estaba, y me desmenuzó; me arrebató por la cerviz, y me despedazó, y me puso por blanco suyo
13
Me cercaron sus flecheros, partió mis riñones, y no perdonó; mi hiel derramó por tierra
14
Me quebrantó de quebranto sobre quebranto; corrió contra mí como un gigante
15
Yo cosí cilicio sobre mi piel, y cargué mi cabeza de polvo
16
Mi rostro está enlodado con lloro, y mis párpados entenebrecidos
17
a pesar de no haber injusticia en mis manos, y de haber sido limpia mi oración
18
¡Oh tierra! No cubras mi sangre, y no haya lugar donde se esconda mi clamor
19
Por cierto aun ahora en los cielos está mi testigo, y mi testimonio en las alturas
20
Mis disputadores son mis amigos; mas a Dios destilarán mis ojos
21
¡Deseo que pudiera disputar el hombre con Dios, como puede con su prójimo
22
Mas los años contados vendrán, y yo andaré el camino por donde no volveré