2
«¡Un hombre sabio no contestaría con tanta palabrería!
No eres más que un charlatán.
3
Los sabios no se enredan en palabras vanas.
¿De qué sirven tales palabras?
4
¿No tienes temor de Dios
ni reverencia a él?
5
Tus pecados le dicen a tu boca qué decir,
y tus palabras se basan en el astuto engaño.
6
Tu propia boca te condena, no yo;
tus propios labios testifican contra ti.
7
»¿Acaso eres la primera persona que nació?
¿Naciste antes de que fueran creadas las colinas?
8
¿Estuviste presente durante el concilio secreto de Dios?
¿Tienes tú el monopolio de la sabiduría?
9
¿Qué sabes tú que no sepamos nosotros?
¿Qué entiendes tú que no entendamos nosotros?
10
De nuestro lado están los hombres de edad y de canas,
¡más ancianos que tu padre!
11
»¿Es el consuelo de Dios demasiado poco para ti?
¿No te es suficiente su palabra amable?
12
¿Qué te ha quitado la razón?
¿Qué ha debilitado tu visión,
13
para que te vuelvas en contra de Dios
y digas estas cosas malvadas?
14
¿Acaso puede algún mortal ser puro?
¿Puede alguien nacido de mujer ser justo?
15
Mira, Dios ni siquiera confía en los ángeles.
Ni los cielos son completamente puros a sus ojos,
16
¡mucho menos una persona corrupta y pecadora
que tiene sed de maldad!
17
»Si escuchas, yo te explicaré,
y te responderé con mi propia experiencia.
18
Se confirma en las palabras de los sabios,
que a su vez escucharon lo mismo de sus padres;
19
de aquellos a quienes se les dio la tierra
mucho antes de que llegara algún extranjero.
20
»Los malos se retuercen de dolor toda su vida.
Para los despiadados están reservados años de desgracia.
21
En sus oídos resuena el sonido del terror,
y aun en los días buenos temen el ataque del destructor.
22
No se atreven a salir en la oscuridad
por miedo a ser asesinados.