2
Oh Jerusalén,
tú eres mi hija hermosa y delicada,
¡pero te destruiré!
3
Los enemigos te rodearán como pastores que acampan alrededor de la ciudad.
Cada uno escoge un lugar para que su tropa devore.
4
Ellos gritan: “¡Prepárense para la batalla!
¡Ataquen a mediodía!”.
“No, ya es muy tarde; el día se acaba,
y caen las sombras de la noche”.
5
“¡Entonces, ataquemos de noche
y destruyamos sus palacios!”».
6
El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice:
«Corten árboles para usarlos como arietes;
construyan rampas de asalto contra las murallas de Jerusalén.
Esta es la ciudad que debe ser castigada,
porque es perversa hasta más no poder.
7
De ella brota la maldad como de una fuente.
Sus calles resuenan con violencia y destrucción.
Siempre veo sus enfermedades y heridas.
8
Oye esta advertencia, Jerusalén,
o me alejaré de ti indignado.
Escucha o te convertiré en un montón de escombros,
una tierra donde no vive nadie».
9
El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice:
«Aun los pocos que permanezcan en Israel
serán nuevamente recogidos,
como cuando el que cosecha revisa cada vid por segunda vez
para recoger las uvas que no se cortaron».
10
La rebelión constante de Judá
¿A quién puedo advertir?
¿Quién escuchará cuando yo hable?
Tienen sordos los oídos
y no pueden oír.
Ellos desprecian la palabra del Señor
.
No quieren escuchar para nada.
11
Por eso ahora estoy lleno de la furia del Señor
.
¡Sí, estoy cansado de contenerla!
«Derramaré mi furia sobre los niños que juegan en las calles
y sobre las reuniones de jóvenes,
sobre esposos y esposas
y sobre los que son viejos y canosos.
12
Sus casas serán dadas a los enemigos,
al igual que sus campos y sus esposas
porque levantaré mi puño poderoso
contra la gente de esta tierra
—dice el Señor
—.