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Quemó por completo el templo del Señor
, el palacio real y todas las casas de Jerusalén. Destruyó todos los edificios importantes
de la ciudad.
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Después supervisó a todo el ejército babilónico
mientras derribaba por completo las murallas de Jerusalén.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivos a algunos de los más pobres, al resto de las personas que quedaban en la ciudad, a los desertores que habían jurado lealtad al rey de Babilonia y al resto de los artesanos;
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pero Nabuzaradán permitió que algunos de los más pobres se quedaran en Judá para cuidar los viñedos y los campos.
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Los babilonios hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban al frente del templo del Señor
, las carretas de bronce para llevar agua y el enorme tazón de bronce llamado el Mar, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.
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También se llevaron los recipientes para la ceniza, las palas, la despabiladera de las lámparas, los tazones, los platos y todos los demás objetos de bronce que se usaban para realizar los sacrificios en el templo.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, también se llevó los cuencos pequeños, los recipientes para quemar incienso, los tazones, los calderos, los candelabros, la vajilla y las copas utilizadas para las ofrendas líquidas, y todos los demás objetos de oro puro o de plata.
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El peso del bronce de las dos columnas, el Mar con los doce bueyes de bronce que estaban debajo y las carretas para llevar agua era tanto que no podía calcularse. Estos objetos se habían hecho para el templo del Señor
en tiempos del rey Salomón.
21
Cada columna tenía unos ocho metros de altura y unos cinco metros y medio de circunferencia.
Eran huecas, con un grosor de ocho centímetros.
22
El capitel de bronce en la parte superior de cada columna era de casi dos metros y medio
de altura y estaba decorado alrededor con una red de granadas hecha de bronce.
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Había noventa y seis granadas a los lados, y un total de cien en la red alrededor de la parte superior.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó consigo como prisioneros al sumo sacerdote Seraías, al sacerdote de segundo rango Sofonías, y a los tres porteros principales.
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De la gente que seguía escondida en la ciudad, se llevó a un oficial que había estado al mando del ejército judío, a siete de los consejeros personales del rey, al secretario principal del comandante del ejército, quien estaba a cargo del reclutamiento, y a otros sesenta ciudadanos.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, los llevó a todos ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla.
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Allí, en Ribla, en la tierra de Hamat, el rey de Babilonia mandó que los ejecutara a todos. Así que el pueblo de Judá fue expulsado de su tierra y llevado al destierro.
28
El número de cautivos llevados a Babilonia en el séptimo año del reinado de Nabucodonosor
fue de tres mil veintitrés.
29
Más adelante, en el año dieciocho de Nabucodonosor,
se llevó a ochocientos treinta y dos más.
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En el año veintitrés del reinado de Nabucodonosor,
él envió a Nabuzaradán, capitán de la guardia, quien se llevó consigo a setecientos cuarenta y cinco más, un total de cuatro mil seiscientos cautivos.
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Esperanza para la descendencia real de Israel
En el año treinta y siete del exilio de Joaquín, rey de Judá, Evil-merodac ascendió al trono de Babilonia. El nuevo rey fue bondadoso con Joaquín
y lo puso en libertad el 31 de marzo de ese año.
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Le habló con amabilidad y le dio una posición superior a la de los demás reyes exiliados en Babilonia.
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Le proporcionó a Joaquín ropa nueva para reemplazar la ropa de prisionero y le permitió comer en presencia del rey por el resto de su vida.
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Así que el rey de Babilonia le dio una ración diaria de comida mientras vivió. Esto continuó hasta el día de su muerte.