21
Los mercenarios de Egipto se han vuelto como becerros engordados.
Ellos también se darán vuelta y huirán,
porque este es el día del gran desastre para Egipto,
un momento de enorme castigo.
22
Egipto huye, silencioso como serpiente que se desliza.
Los soldados invasores avanzan;
se enfrentan a ella con hachas como si fueran leñadores.
23
Cortarán a su pueblo como se talan los árboles —dice el Señor
—,
porque son más numerosos que las langostas.
24
Egipto será humillado,
será entregado en manos de la gente del norte».
25
El Señor
de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, dice: «Castigaré a Amón, el dios de Tebas
y a todos los demás dioses de Egipto. Castigaré a sus gobernantes y al faraón también, y a todos los que confían en él.
26
Los entregaré en manos de los que buscan matarlos, al rey Nabucodonosor de Babilonia y a su ejército. Sin embargo, después la tierra se recuperará de los estragos de la guerra. ¡Yo, el Señor
, he hablado!
27
»Pero no temas, mi siervo Jacob;
no te desalientes, Israel.
Pues los traeré de regreso a casa desde tierras lejanas,
y tus hijos regresarán del destierro.
Israel
regresará a vivir en paz y tranquilidad,
y nadie los atemorizará.
28
No temas, mi siervo Jacob,
porque yo estoy contigo —dice el Señor
—.
Destruiré por completo a las naciones donde te envié al destierro,
pero no te destruiré a ti por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
no puedo dejarte sin castigo».