22
«Mi pueblo es necio
y no me conoce —dice el Señor
—.
Son hijos tontos,
sin entendimiento.
Son lo suficientemente listos para hacer lo malo,
¡pero no tienen ni idea de cómo hacer lo correcto!».
23
Visión de Jeremías del desastre venidero
Miré a la tierra y estaba vacía y no tenía forma;
miré a los cielos y no había luz.
24
Miré a las montañas y colinas
que temblaban y se agitaban.
25
Miré y toda la gente se había ido;
todos los pájaros del cielo se habían volado.
26
Miré y los terrenos fértiles se habían convertido en desiertos;
las ciudades estaban en ruinas,
destruidas por la ira feroz del Señor
.
27
Esto dice el Señor
:
«La tierra entera será arrasada,
pero no la destruiré por completo.
28
La tierra estará de luto
y los cielos serán tapizados de negro
a causa de la sentencia que pronuncié contra mi pueblo.
Lo he decidido y no lo cambiaré».
29
Al oír el ruido de los carros de guerra y los arqueros,
la gente huye aterrorizada.
Ellos se esconden en los matorrales
y corren a las montañas.
Todas las ciudades han sido abandonadas,
¡no queda nadie en ellas!
30
¿Qué es lo que haces,
tú que has sido saqueado?
¿Por qué te vistes de ropas hermosas
y te pones joyas de oro?
¿Por qué te resaltas los ojos con rímel?
¡Arreglarte así de nada te servirá!
Los aliados que fueron tus amantes
te desprecian y buscan tu muerte.
31
Oigo gritos, como los de una mujer que está de parto,
los gemidos de una mujer dando a luz a su primer hijo.
Es la bella Jerusalén,
que respira con dificultad y grita:
«¡Socorro! ¡Me están matando!».