20
»¿No es aún Israel mi hijo,
mi hijo querido? —dice el Señor
—.
A menudo tengo que castigarlo,
pero aun así lo amo.
Por eso mi corazón lo anhela
y ciertamente le tendré misericordia.
21
Pon señales en el camino;
coloca postes indicadores.
Marca bien el camino
por el que viniste.
Regresa otra vez, mi virgen Israel;
regresa aquí a tus ciudades.
22
¿Hasta cuándo vagarás,
mi hija descarriada?
Pues el Señor
hará que algo nuevo suceda:
Israel abrazará a su Dios».
23
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Cuando los traiga de regreso del cautiverio, el pueblo de Judá y sus ciudades volverán a decir: “¡El Señor
te bendiga, oh casa de rectitud, oh monte santo!”.
24
Tanto la gente de la ciudad como los agricultores y los pastores vivirán juntos en paz y felicidad.
25
Pues le he dado descanso al fatigado y al afligido, alegría».
26
Al oír esto, me desperté y miré a mi alrededor. Mi sueño había sido muy dulce.
27
«Se acerca el día —dice el Señor
—, cuando aumentaré en gran manera la población humana y el número de los animales en Israel y Judá.
28
En el pasado con determinación desarraigué y derribé a esta nación. La derroqué, la destruí y sobre ella traje el desastre; pero en el futuro con la misma determinación la plantaré y la edificaré. ¡Yo, el Señor
, he hablado!
29
»El pueblo ya no citará este proverbio:
“Los padres comieron uvas agrias
pero la boca de sus hijos se frunce por el sabor”.
30
Cada persona morirá por sus propios pecados, los que coman las uvas agrias serán los que tengan la boca fruncida.
31
»Se acerca el día —dice el Señor
—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y de Judá.
32
Este pacto no será como el que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa», dice el Señor
.
33
«Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel en ese día —dice el Señor
—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
34
Y no habrá necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus parientes diciendo: “Deberías conocer al Señor
”. Pues todos ya me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande —dice el Señor
—. Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados».
35
Es el Señor
quien provee el sol para alumbrar el día
y la luna y las estrellas para alumbrar la noche,
y agita el mar y hace olas rugientes.
Su nombre es el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
y esto es lo que dice:
36
«¡Igual de improbable es que anule las leyes de la naturaleza
como que rechace a mi pueblo Israel!».
37
Esto dice el Señor
:
«Así como no se pueden medir los cielos
ni explorar los fundamentos de la tierra,
así tampoco consideraré echarlos fuera
por las maldades que han hecho.
¡Yo, el Señor
, he hablado!
38
»Se acerca el día —dice el Señor
—, cuando toda Jerusalén será reconstruida para mí, desde la torre de Hananeel hasta la puerta de la Esquina.
39
Se extenderá una cuerda de medir sobre la colina de Gareb hasta Goa
40
y el área entera —incluidos el cementerio y el basurero de cenizas en el valle, y todos los campos en el oriente hasta el valle de Cedrón y hasta la puerta de los Caballos— será santa al Señor
. Nunca más la ciudad será conquistada ni destruida».