17
Hay esperanza para tu futuro —dice el Señor
—.
Tus hijos volverán a su propia tierra.
18
Oí a Israel
decir:
“Me disciplinaste severamente,
como a un becerro que necesita ser entrenado para el yugo.
Hazme volver a ti y restáurame,
porque solo tú eres el Señor
mi Dios.
19
Me aparté de Dios,
pero después tuve remordimiento.
¡Me di golpes por haber sido tan estúpido!
Estaba profundamente avergonzado por todo lo que hice en los días de mi juventud”.
20
»¿No es aún Israel mi hijo,
mi hijo querido? —dice el Señor
—.
A menudo tengo que castigarlo,
pero aun así lo amo.
Por eso mi corazón lo anhela
y ciertamente le tendré misericordia.
21
Pon señales en el camino;
coloca postes indicadores.
Marca bien el camino
por el que viniste.
Regresa otra vez, mi virgen Israel;
regresa aquí a tus ciudades.
22
¿Hasta cuándo vagarás,
mi hija descarriada?
Pues el Señor
hará que algo nuevo suceda:
Israel abrazará a su Dios».
23
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Cuando los traiga de regreso del cautiverio, el pueblo de Judá y sus ciudades volverán a decir: “¡El Señor
te bendiga, oh casa de rectitud, oh monte santo!”.
24
Tanto la gente de la ciudad como los agricultores y los pastores vivirán juntos en paz y felicidad.
25
Pues le he dado descanso al fatigado y al afligido, alegría».
26
Al oír esto, me desperté y miré a mi alrededor. Mi sueño había sido muy dulce.
27
«Se acerca el día —dice el Señor
—, cuando aumentaré en gran manera la población humana y el número de los animales en Israel y Judá.