17
Te devolveré la salud
y sanaré tus heridas —dice el Señor
—,
aunque te llamen desechada, es decir,
“Jerusalén,
de quien nadie se interesa”».
18
Esto dice el Señor
:
«Cuando del cautiverio traiga a Israel de regreso a casa
y cuando restablezca su bienestar,
Jerusalén será reedificada sobre sus ruinas
y el palacio reconstruido como antes.
19
Habrá alegría y canciones de acción de gracias,
y multiplicaré a mi pueblo, no lo reduciré;
lo honraré, no lo despreciaré.
20
Sus hijos prosperarán como en el pasado.
Los estableceré como una nación delante de mí,
y castigaré a cualquiera que les haga daño.
21
Volverán a tener su propio gobernante,
quien surgirá de entre ellos mismos.
Lo invitaré a que se acerque a mí —dice el Señor
—,
porque ¿quién se atrevería a acercarse sin ser invitado?
22
Ustedes serán mi pueblo
y yo seré su Dios».
23
¡Miren! El enojo del Señor
estalla como una tormenta,
un viento devastador que se arremolina sobre las cabezas de los perversos.
24
La ira feroz del Señor
no disminuirá
hasta que haya terminado con todo lo que él tiene pensado.
En los días futuros
ustedes entenderán todo esto.