8
Ahora el Señor
de los Ejércitos Celestiales dice: “Como ustedes no me han escuchado,
9
reuniré a todos los ejércitos del norte bajo el mando de Nabucodonosor, rey de Babilonia, a quien nombré mi representante. Los traeré contra esta tierra, contra su gente y contra las naciones vecinas. A ustedes los destruiré por completo
y los convertiré en objeto de horror, desprecio y ruina para siempre.
10
Quitaré de ustedes la risa y las canciones alegres. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias. Las piedras de molino se acallarán y las luces de las casas se apagarán.
11
Toda la tierra se convertirá en una desolada tierra baldía. Israel y las naciones vecinas servirán al rey de Babilonia por setenta años.
12
»”Entonces, después que hayan pasado los setenta años de cautiverio, castigaré al rey de Babilonia y a su pueblo por sus pecados —dice el Señor
—. Haré del país de los babilonios
una tierra baldía para siempre.
13
Traeré sobre ellos todos los terrores que prometí en este libro, todos los castigos contra las naciones anunciados por Jeremías.
14
Muchas naciones y grandes reyes esclavizarán a los babilonios, así como ellos esclavizaron a mi pueblo. Los castigaré en proporción al sufrimiento que le ocasionaron a mi pueblo”».
15
La copa del enojo del Señor
Esto me dijo el Señor
, Dios de Israel: «Toma de mi mano la copa de mi enojo, que está llena hasta el borde, y haz que todas las naciones a las que te envíe beban de ella.
16
Cuando la beban se tambalearán, enloquecidos por la guerra que enviaré contra ellos».
17
Así que tomé la copa del enojo del Señor
e hice que todas las naciones bebieran de ella, cada nación a la que el Señor
me envió.
18
Fui a Jerusalén y a las otras ciudades de Judá, y sus reyes y funcionarios bebieron de la copa. Desde ese día hasta ahora ellos han sido una ruina desolada, un objeto de horror, desprecio y maldición.