6
»Miren, tengo escrito mi decreto
delante de mí:
no me quedaré callado;
les daré el pago que se merecen.
Sí, les daré su merecido,
7
tanto por sus propios pecados,
como por los de sus antepasados
—dice el Señor
—.
También quemaron incienso en los montes
y me insultaron en las colinas.
¡Les daré su merecido!
8
»Pero no los destruiré a todos
—dice el Señor
—.
Tal como se encuentran uvas buenas en un racimo de uvas malas
(y alguien dice: “¡No las tires todas;
algunas de ellas están buenas!”),
así mismo, no destruiré a todo Israel.
Pues aún tengo verdaderos siervos allí.
9
Conservaré un remanente del pueblo de Israel
y de Judá, para que posea mi tierra.
Aquellos a quienes yo escoja la heredarán
y mis siervos vivirán allí.
10
La llanura de Sarón se llenará nuevamente de rebaños
para mi pueblo que me busca,
y el valle de Acor será lugar de pastoreo para las manadas.
11
»Pero como el resto de ustedes abandonó al Señor
y se olvidó de su templo,
y como preparó fiestas para honrar al dios de la Fortuna
y le ofreció vino mezclado al dios del Destino,
12
ahora yo los “destinaré” a ustedes a la espada.
Todos ustedes se inclinarán delante del verdugo.
Pues cuando los llamé, ustedes no me respondieron;
cuando hablé, no me escucharon.
Pecaron deliberadamente —ante mis propios ojos—
y escogieron hacer lo que saben que yo desprecio».
13
Por lo tanto, esto dice el Señor
Soberano:
«Mis siervos comerán,
pero ustedes pasarán hambre.
Mis siervos beberán,
pero ustedes tendrán sed.
Mis siervos se alegrarán,
pero ustedes estarán tristes y avergonzados.
14
Mis siervos cantarán de alegría,
pero ustedes llorarán de angustia y desesperación.
15
El nombre de ustedes será una maldición entre mi pueblo,
porque el Señor
Soberano los destruirá
y llamará a sus verdaderos siervos por otro nombre.
16
Todos los que invoquen una bendición o hagan un juramento
lo harán por el Dios de la verdad.
Dejaré a un lado mi enojo
y olvidaré la maldad de los tiempos pasados.