4
Desde el principio del mundo,
ningún oído ha escuchado,
ni ojo ha visto a un Dios como tú,
quien actúa a favor de los que esperan en él.
5
Tú recibes a quienes hacen el bien con gusto;
a quienes siguen caminos de justicia.
Pero has estado muy enojado con nosotros,
porque no somos justos.
Pecamos constantemente;
¿cómo es posible que personas como nosotros se salven?
6
Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros.
Cuando mostramos nuestros actos de justicia,
no son más que trapos sucios.
Como las hojas del otoño, nos marchitamos y caemos,
y nuestros pecados nos arrasan como el viento.
7
Sin embargo, nadie invoca tu nombre
ni te ruega misericordia.
Por eso tú te apartaste de nosotros
y nos entregaste
a nuestros pecados.
8
Y a pesar de todo, oh Señor
, eres nuestro Padre;
nosotros somos el barro y tú, el alfarero.
Todos somos formados por tu mano.
9
No te enojes tanto con nosotros, Señor
;
por favor, no te acuerdes de nuestros pecados para siempre.
Te pedimos que nos mires
y veas que somos tu pueblo.
10
Tus ciudades santas están destruidas.
Sión es un desierto;
sí, Jerusalén no es más que una ruina desolada.
11
El templo santo y hermoso
donde nuestros antepasados te alababan
fue incendiado
y todas las cosas hermosas quedaron destruidas.
12
Después de todo esto, Señor
, ¿aún rehusarás ayudarnos?
¿Permanecerás callado y nos castigarás?