3
«Estuve pisando el lagar yo solo;
no había nadie allí para ayudarme.
En mi enojo, he pisado a mis enemigos
como si fueran uvas.
En mi furia he pisado a mis adversarios;
su sangre me ha manchado la ropa.
4
Ha llegado la hora de cobrar venganza por mi pueblo;
de rescatar a mi pueblo de sus opresores.
5
Estaba asombrado al ver que nadie intervenía
para ayudar a los oprimidos.
Así que yo mismo me interpuse para salvarlos con mi brazo fuerte,
y mi ira me sostuvo.
6
Aplasté a las naciones en mi enojo,
las hice tambalear y caer al suelo,
y derramé su sangre sobre la tierra».
7
Alabanza por la liberación
Hablaré del amor inagotable del Señor
;
alabaré al Señor
por todo lo que ha hecho.
Me alegraré por su gran bondad con Israel,
que le concedió según su misericordia y su amor.
8
Él dijo: «Ellos son mi pueblo.
Ciertamente no volverán a traicionarme».
Y se convirtió en su Salvador.
9
Cuando ellos sufrían, él también sufrió,
y él personalmente
los rescató.
En su amor y su misericordia los redimió;
los levantó y los tomó en brazos
a lo largo de los años.
10
Pero ellos se rebelaron contra él
y entristecieron a su Santo Espíritu.
Así que él se convirtió en enemigo de ellos
y peleó contra ellos.
11
Entonces recordaron los días de antaño
cuando Moisés sacó a su pueblo de Egipto.
Clamaron: «¿Dónde está el que llevó a Israel a través del mar
con Moisés como pastor?
¿Dónde está el que envió a su Santo Espíritu
para que estuviera en medio de su pueblo?
12
¿Dónde está aquel que manifestó su poder
cuando Moisés levantó su mano,
el que dividió el mar delante de ellos
y se hizo famoso para siempre?
13
¿Dónde está el que los hizo pasar por el fondo del mar?
Eran como magníficos sementales
que corrían por el desierto sin tropezar.