5
Déjenme decirles ahora
lo que haré con mi viña:
echaré abajo sus cercos
y dejaré que se destruya.
Derrumbaré sus muros
y dejaré que los animales la pisoteen.
6
La convertiré en un lugar silvestre,
donde no se podan las vides ni se remueve la tierra;
un lugar cubierto de cardos y espinos.
Ordenaré a las nubes
que no dejen caer la lluvia sobre ella.
7
La nación de Israel es la viña del Señor
de los Ejércitos Celestiales.
El pueblo de Judá es su agradable huerto.
Él esperaba una cosecha de justicia,
pero, en cambio, encontró opresión.
Esperaba encontrar rectitud,
pero, en cambio, oyó gritos de violencia.
8
Culpa de Judá y su juicio
¡Qué aflicción para ustedes que se apropian de una casa tras otra y de un campo tras otro
hasta que todos queden desalojados y ustedes vivan solos en la tierra!
9
Pero yo he oído al Señor
de los Ejércitos Celestiales
hacer un juramento solemne:
«Muchas casas quedarán abandonadas;
hasta mansiones hermosas estarán vacías.
10
Cuatro hectáreas
de viñedo no producirán ni veintiún litros
de vino
y diez canastas de semilla solo darán una canasta
de grano».
11
Qué aflicción para los que se levantan temprano por la mañana
en busca de un trago de alcohol,
y pasan largas noches bebiendo vino
hasta tener una fuerte borrachera.
12
Proveen vino y música hermosa para sus grandes fiestas
—lira y arpa, pandereta y flauta—
pero nunca piensan en el Señor
ni se dan cuenta de lo que él hace.
13
Por lo tanto, mi pueblo irá al destierro muy lejos
porque no me conoce.
La gente importante y los que reciben honra se morirán de hambre,
y la gente común morirá de sed.
14
La tumba
se relame de expectativa
y abre bien grande la boca.
Los importantes y los humildes,
y la turba de borrachos, todos serán devorados.
15
La humanidad será destruida y la gente derribada;
hasta los arrogantes bajarán la mirada con humildad.