8
»Escucha esto, nación amante de los placeres,
que vives cómodamente y te sientes segura.
Tú dices: “Yo soy la única, y no hay otra.
Nunca seré viuda ni perderé a mis hijos”.
9
Pues ambas cosas caerán sobre ti en un instante:
la viudez y la pérdida de tus hijos.
Así es, esas calamidades caerán sobre ti,
a pesar de tu brujería y de tu magia.
10
»Te sentías segura en tu maldad.
“Nadie me ve”, dijiste.
Pero tu “sabiduría” y tu “conocimiento” te han descarriado,
y dijiste: “Yo soy la única, y no hay otra”.
11
Por eso te alcanzará el desastre,
y serás incapaz de alejarlo por medio de encantos.
La calamidad caerá sobre ti,
y no podrás comprar tu libertad.
Una catástrofe te sorprenderá;
una para la cual no estás preparada.
12
»¡Usa ahora tus encantamientos!
Usa los conjuros que estuviste perfeccionando todos estos años.
Tal vez te hagan algún bien;
tal vez puedan hacer que alguien te tenga miedo.
13
Tanto consejo recibido te ha cansado.
¿Dónde están tus astrólogos,
esos que miran a las estrellas y hacen predicciones todos los meses?
Que den la cara y te salven de lo que te depara el futuro.
14
Pero ellos son como la paja que arde en el fuego;
no pueden salvarse a sí mismos de las llamas.
No recibirás ninguna ayuda de ellos;
su chimenea no es lugar para sentarse y calentarse.
15
Y todos tus amigos,
con los que has hecho negocios desde la niñez,
cada uno seguirá su propio camino,
haciendo oídos sordos a tus gritos.