8
Saquen a la gente que tiene ojos pero está ciega;
que tiene oídos pero está sorda.
9
¡Reúnan a las naciones!
¡Convoquen a los pueblos del mundo!
¿Cuál de sus ídolos acaso predijo cosas semejantes?
¿Cuál de ellos puede predecir lo que sucederá mañana?
¿Dónde están los testigos de tales predicciones?
¿Quién puede comprobar que han dicho la verdad?
10
«Pero tú eres mi testigo, Israel —dice el Señor
—,
tú eres mi siervo.
Tú has sido escogido para conocerme, para creer en mí
y comprender que solo yo soy Dios.
No hay otro Dios;
nunca lo hubo y nunca lo habrá.
11
Yo, sí, yo soy el Señor
,
y no hay otro Salvador.
12
Primero predije tu rescate,
y después te salvé y lo proclamé ante el mundo.
Ningún dios extranjero jamás lo ha hecho.
Tú, Israel, eres testigo de que yo soy el único Dios
—dice el Señor
—.
13
Desde la eternidad y hasta la eternidad, yo soy Dios.
No hay quien pueda arrebatar a nadie de mi mano;
nadie puede deshacer lo que he hecho».
14
Victoria prometida por el Señor
Esto dice el Señor
, tu Redentor, el Santo de Israel:
«Por tu bien, enviaré un ejército contra Babilonia
y obligaré a los babilonios
a huir en esos barcos de los que están tan orgullosos.
15
Yo soy el Señor
, tu Santo,
el Creador y Rey de Israel.
16
Yo soy el Señor
, que abrió un camino a través de las aguas,
e hizo una senda seca a través del mar.
17
Yo llamé al poderoso ejército de Egipto
con todos sus carros de guerra y sus caballos.
Los sumergí debajo de las olas, y se ahogaron;
su vida se apagó como mecha humeante.
18
»Pero olvida todo eso;
no es nada comparado con lo que voy a hacer.