11
Dije: «Nunca más veré al Señor
D
en la tierra de los vivos.
Nunca más veré a mis amigos
ni estaré con los que viven en este mundo.
12
Se me voló la vida
como la carpa de un pastor en medio de una tormenta.
Fue cortada,
como cuando el tejedor corta la tela del telar.
De repente, mi vida se había acabado.
13
Esperé con paciencia toda la noche,
pero me sentía como si unos leones me estuvieran despedazando.
De repente, mi vida se había acabado.
14
En mi delirio, gorjeaba como una golondrina o una grulla,
y después gemía como una paloma torcaza.
Se me cansaban los ojos de mirar al cielo en busca de ayuda.
Estoy en apuros, Señor. ¡Ayúdame!».
15
Pero ¿qué podía decir?
Pues él mismo envió esta enfermedad.
Ahora caminaré con humildad durante el resto de mis años
a causa de esta angustia que he sentido.
16
Señor
, tu disciplina es buena,
porque lleva a la vida y a la salud.
¡Tú restauras mi salud
y me permites vivir!
17
Sí, esta angustia ha sido buena para mí,
porque me has rescatado de la muerte
y has perdonado todos mis pecados.
18
Pues los muertos
no pueden alabarte;
no pueden levantar la voz en alabanza.
Los que bajan a la tumba
ya no pueden esperar en tu fidelidad.
19
Solo los vivos pueden alabarte como yo lo hago hoy.
Cada generación le habla de tu fidelidad a la siguiente.
20
Imagínense: el Señor
está dispuesto a sanarme.
Cantaré sus alabanzas con instrumentos
todos los días de mi vida
en el templo del Señor
.
21
Isaías les había dicho a los siervos de Ezequías: «Preparen un ungüento de higos y úntenlo sobre la llaga, y Ezequías se recuperará».
22
Y Ezequías había preguntado: «¿Qué señal probará que iré al templo del Señor
?».