4
«En aquel día, la gloria de Israel
se desvanecerá,
su robusto cuerpo se irá consumiendo.
5
Toda la tierra parecerá un campo de grano
después de que los segadores han recogido el cereal.
Estará desolada,
como los campos del valle de Refaim después de la cosecha.
6
Solo quedarán unos cuantos de su pueblo,
como aceitunas sueltas en un olivo después de la cosecha.
Solo dos o tres quedan en las ramas más altas,
cuatro o cinco esparcidas aquí y allá entre las restantes»,
proclama el Señor
, Dios de Israel.
7
Entonces, por fin el pueblo buscará a su Creador
y volverá los ojos al Santo de Israel.
8
Ya no buscarán ayuda de sus ídolos,
ni rendirán culto a lo que hicieron con sus propias manos.
Nunca más se inclinarán ante los postes dedicados a la diosa Asera,
ni rendirán culto en los santuarios paganos que construyeron.
9
Sus ciudades más grandes quedarán como bosques desiertos;
como la tierra que abandonaron
los heveos y los amorreos
cuando llegaron los israelitas, hace ya mucho tiempo.
Estarán totalmente desoladas.
10
¿Por qué? Porque te has apartado del Dios que puede salvarte.
Te has olvidado de la Roca que puede esconderte.
Así que tal vez plantes las mejores vides
e importes los tallos más costosos.
11
Tal vez echen retoños en el día que las trasplantes.
Sí, hasta es posible que florezcan la misma mañana que las plantes,
pero nunca recogerás ni una uva de ellas.
Su única cosecha será una carga de aflicción y de dolor continuo.
12
¡Escuchen! Los ejércitos de muchas naciones
rugen como los bramidos del mar.
Escuchen el trueno de sus fuerzas poderosas
que avanzan como olas estruendosas.
13
Pero aunque rujan como las olas grandes de la playa,
Dios los hará callar y huirán
como la paja que esparce el viento;
como los arbustos que ruedan antes de una tormenta.
14
En la noche, Israel espera aterrado;
pero al amanecer, sus enemigos están muertos.
Esta es la justa recompensa para quienes nos saquean;
un final apropiado para quienes nos destruyen.