8
Hasta los árboles del bosque
—los cipreses y los cedros del Líbano—
cantan esta alegre canción:
“¡Dado que te talaron,
nadie vendrá ahora para talarnos a nosotros!”.
9
»En el lugar de los muertos
hay mucha emoción
por tu llegada.
Los espíritus de los líderes mundiales y de los reyes poderosos que murieron hace tiempo
se ponen de pie para verte llegar.
10
Todos exclaman a una voz:
“¡Ahora eres tan débil como nosotros!
11
Tu poder y tu fuerza fueron enterrados contigo.
En tu palacio ha cesado el sonido del arpa.
Ahora los gusanos son tu sábana
y las lombrices, tu manta”.
12
»¡Cómo has caído del cielo,
oh estrella luciente, hijo de la mañana!
Has sido arrojado a la tierra,
tú que destruías a las naciones del mundo.
13
Pues te decías a ti mismo:
“Subiré al cielo para poner mi trono por encima de las estrellas de Dios.
Voy a presidir en el monte de los dioses,
muy lejos en el norte.
14
Escalaré hasta los cielos más altos
y seré como el Altísimo”.
15
En cambio, serás bajado al lugar de los muertos,
a las profundidades más hondas.
16
Allí todos te mirarán y se preguntarán:
“¿Puede ser este el que sacudía la tierra
y hacía temblar a los reinos del mundo?
17
¿Es este el que destruyó el mundo
y lo convirtió en una tierra baldía?
¿Es este el rey que demolía las grandes ciudades del mundo
y no tenía compasión de sus prisioneros?”.
18
»Los reyes de las naciones yacen en gloria majestuosa,
cada cual en su propia tumba,