2
Las naciones del mundo ayudarán a que el pueblo del Señor
regrese, y los que vengan a vivir en su tierra los servirán. Los que conquistaron a Israel, ellos mismos serán capturados, e Israel gobernará a sus enemigos.
3
En aquel día maravilloso cuando el Señor
le dé descanso a su pueblo de sus angustias y temores, de la esclavitud y de las cadenas,
4
te mofarás del rey de Babilonia y dirás:
«El hombre poderoso ha sido destruido.
Sí, se acabó tu insolencia.
5
Pues el Señor
aplastó tu poder malvado
y puso fin a tu reino perverso.
6
Atacabas al pueblo con incesantes golpes de furia
y dominabas a las naciones dentro de tu poder sofocante
con una tiranía implacable.
7
Sin embargo, finalmente la tierra está en reposo y tranquila.
¡Ahora puede volver a cantar!
8
Hasta los árboles del bosque
—los cipreses y los cedros del Líbano—
cantan esta alegre canción:
“¡Dado que te talaron,
nadie vendrá ahora para talarnos a nosotros!”.
9
»En el lugar de los muertos
hay mucha emoción
por tu llegada.
Los espíritus de los líderes mundiales y de los reyes poderosos que murieron hace tiempo
se ponen de pie para verte llegar.
10
Todos exclaman a una voz:
“¡Ahora eres tan débil como nosotros!
11
Tu poder y tu fuerza fueron enterrados contigo.
En tu palacio ha cesado el sonido del arpa.
Ahora los gusanos son tu sábana
y las lombrices, tu manta”.
12
»¡Cómo has caído del cielo,
oh estrella luciente, hijo de la mañana!
Has sido arrojado a la tierra,
tú que destruías a las naciones del mundo.
13
Pues te decías a ti mismo:
“Subiré al cielo para poner mi trono por encima de las estrellas de Dios.
Voy a presidir en el monte de los dioses,
muy lejos en el norte.
14
Escalaré hasta los cielos más altos
y seré como el Altísimo”.
15
En cambio, serás bajado al lugar de los muertos,
a las profundidades más hondas.
16
Allí todos te mirarán y se preguntarán:
“¿Puede ser este el que sacudía la tierra
y hacía temblar a los reinos del mundo?
17
¿Es este el que destruyó el mundo
y lo convirtió en una tierra baldía?
¿Es este el rey que demolía las grandes ciudades del mundo
y no tenía compasión de sus prisioneros?”.
18
»Los reyes de las naciones yacen en gloria majestuosa,
cada cual en su propia tumba,
19
pero tú serás sacado de tu sepultura
como una rama inútil.
Como un cadáver pisoteado bajo los pies,
serás arrojado a una fosa común
con los que murieron en batalla.
Descenderás al abismo.
20
No te darán un entierro apropiado,
porque destruiste a tu nación
y masacraste a tu pueblo.
Los descendientes de una persona tan malvada
nunca más recibirán honra.
21
¡Maten a los hijos de este hombre!
¡Que mueran por los pecados de su padre!
Que no se levanten para conquistar la tierra,
y llenar el mundo con sus ciudades».
22
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales:
«¡Yo, yo mismo me he levantado contra Babilonia!
Destruiré a sus hijos, y a los hijos de sus hijos
—dice el Señor
—.
23
Convertiré a Babilonia en un lugar desolado, tierra de búhos,
lleno de pantanos y de ciénagas;
barreré la tierra con la escoba de la destrucción.
¡Yo, el Señor
de los Ejércitos Celestiales, he hablado!».
24
Mensaje acerca de Asiria
El Señor
de los Ejércitos Celestiales hizo este juramento:
«Sucederá tal como yo lo tengo planeado.
Será tal como lo he decidido.
25
Quebrantaré a los asirios cuando estén en Israel;
los pisotearé en mis montañas.
Mi pueblo ya no será más esclavo de ellos
ni se doblará ante sus cargas pesadas.
26
Tengo un plan para toda la tierra,
una mano de juicio sobre todas las naciones.
27
El Señor
de los Ejércitos Celestiales ha hablado;
¿quién podrá cambiar sus planes?
Cuando levante su mano,
¿quién lo podrá detener?».
28
Mensaje acerca de Filistea
Recibí este mensaje en el año que murió el rey Acaz:
29
Ustedes, filisteos, no se alegren
de que la vara que los golpeaba se haya roto;
de que el rey que los atacaba esté muerto.
Pues de esa serpiente nacerá otra serpiente aún más venenosa,
¡una serpiente terrible que los destruirá!
30
Alimentaré a los pobres en mis pastos;
los necesitados se acostarán en paz.
En cuanto a ustedes, los aniquilaré con el hambre
y destruiré a los pocos que queden.
31
¡Giman en las puertas! ¡Lloren en las ciudades!
¡Paralícense de miedo, filisteos!
Un poderoso ejército viene como humo desde el norte;
cada soldado avanza con prisa, ansioso por pelear.
32
¿Qué les diremos a los mensajeros de los filisteos? Diles:
«El Señor
edificó a Jerusalén;
sus murallas brindarán refugio a su pueblo oprimido».