25
De modo que, durante la noche, algunos de los creyentes
lo bajaron en un canasto grande por una abertura que había en la muralla de la ciudad.
26
Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de reunirse con los creyentes, pero todos le tenían miedo. ¡No creían que de verdad se había convertido en un creyente!
27
Entonces Bernabé se lo llevó a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino a Damasco y cómo el Señor le había hablado a Saulo. También les dijo que, en Damasco, Saulo había predicado con valentía en el nombre de Jesús.
28
Así que Saulo se quedó con los apóstoles y los acompañó por toda Jerusalén, predicando con valor en el nombre del Señor.
29
Debatió con algunos judíos que hablaban griego, pero ellos trataron de matarlo.
30
Cuando los creyentes
se enteraron, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso, su ciudad natal.
31
La iglesia, entonces, tuvo paz por toda Judea, Galilea y Samaria; se fortalecía y los creyentes vivían en el temor del Señor. Y, con la ayuda del Espíritu Santo, también creció en número.
32
Pedro sana a Eneas y resucita a Dorcas
Mientras tanto, Pedro viajaba de un lugar a otro, y descendió a visitar a los creyentes de la ciudad de Lida.
33
Allí conoció a un hombre llamado Eneas, quien estaba paralizado y postrado en cama hacía ocho años.
34
Pedro le dijo: «Eneas, ¡Jesucristo te sana! ¡Levántate y enrolla tu camilla!». Al instante, fue sanado.
35
Entonces todos los habitantes de Lida y Sarón vieron a Eneas caminando, y se convirtieron al Señor.