1
Ananías y Safira
Había cierto hombre llamado Ananías quien, junto con su esposa, Safira, vendió una propiedad;
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y llevó solo una parte del dinero a los apóstoles pero afirmó que era la suma total de la venta. Con el consentimiento de su esposa, se quedó con el resto.
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Entonces Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué has permitido que Satanás llenara tu corazón? Le mentiste al Espíritu Santo y te quedaste con una parte del dinero.
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La decisión de vender o no la propiedad fue tuya. Y, después de venderla, el dinero también era tuyo para regalarlo o no. ¿Cómo pudiste hacer algo así? ¡No nos mentiste a nosotros sino a Dios!».
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En cuanto Ananías oyó estas palabras, cayó al suelo y murió. Todos los que se enteraron de lo sucedido quedaron aterrados.
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Después unos muchachos se levantaron, lo envolvieron en una sábana, lo sacaron y lo enterraron.
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Como tres horas más tarde, entró su esposa sin saber lo que había pasado.
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Pedro le preguntó:
—¿Fue este todo el dinero que tú y tu esposo recibieron por la venta de su terreno?
—Sí —contestó ella—, ese fue el precio.
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Y Pedro le dijo:
—¿Cómo pudieron ustedes dos siquiera pensar en conspirar para poner a prueba al Espíritu del Señor de esta manera? Los jóvenes que enterraron a tu esposo están justo afuera de la puerta, ellos también te sacarán cargando a ti.