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Hicimos la primera parada en Siracusa,
donde nos quedamos tres días.
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De allí navegamos hasta Regio.
Un día después, un viento del sur empezó a soplar, de manera que, al día siguiente, navegamos por la costa hasta Poteoli.
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Allí encontramos a algunos creyentes,
quienes nos invitaron a pasar una semana con ellos. Y así llegamos a Roma.
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Los hermanos de Roma se habían enterado de nuestra inminente llegada, y salieron hasta el Foro
por el Camino Apio para recibirnos. En Las Tres Tabernas
nos esperaba otro grupo. Cuando Pablo los vio, se animó y dio gracias a Dios.
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Una vez que llegamos a Roma, a Pablo se le permitió hospedarse en un alojamiento privado, aunque estaba bajo la custodia de un soldado.
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Pablo predica en Roma bajo custodia
Tres días después de haber llegado, Pablo mandó reunir a los líderes judíos locales. Les dijo:
—Hermanos, fui arrestado en Jerusalén y entregado al gobierno romano, a pesar de no haber hecho nada en contra de nuestro pueblo ni de las costumbres de nuestros antepasados.
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Los romanos me llevaron a juicio y querían ponerme en libertad, porque no encontraron ninguna causa para condenarme a muerte;
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pero cuando los líderes judíos protestaron por la decisión, creí necesario apelar al César, aunque no tenía deseos de presentar cargos contra mi propia gente.
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Les pedí a ustedes que vinieran hoy aquí para que nos conociéramos y para que yo pudiera explicarles que estoy atado con esta cadena porque creo que la esperanza de Israel —el Mesías— ya ha venido.
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Ellos respondieron:
—No hemos recibido ninguna carta de Judea ni ningún informe en tu contra de nadie que haya venido por aquí;
22
pero queremos escuchar lo que tú crees, pues lo único que sabemos de este movimiento es que se le ataca por todas partes.