17
»Después de regresar a Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí en un estado de éxtasis.
18
Tuve una visión de Jesús,
quien me decía:
19
»“Pero Señor —argumenté—, seguramente ellos saben que, en cada sinagoga, yo encarcelé y golpeé a los que creían en ti.
20
Y estuve totalmente de acuerdo cuando mataron a tu testigo Esteban. Estuve allí cuidando los abrigos que se quitaron cuando lo apedrearon”.
21
»Pero el Señor me dijo:
».
22
La multitud escuchó hasta que Pablo dijo esta palabra. Entonces todos comenzaron a gritar: «¡Llévense a ese tipo! ¡No es digno de vivir!».
23
Gritaron, arrojaron sus abrigos y lanzaron puñados de polvo al aire.
24
Pablo revela su ciudadanía romana
El comandante llevó a Pablo adentro y ordenó que lo azotaran con látigos para hacerlo confesar su delito. Quería averiguar por qué la multitud se había enfurecido.
25
Cuando ataron a Pablo para azotarlo, Pablo le preguntó al oficial
que estaba allí:
—¿Es legal que azoten a un ciudadano romano que todavía no ha sido juzgado?
26
Cuando el oficial oyó esto, fue al comandante y le preguntó: «¿Qué está haciendo? ¡Este hombre es un ciudadano romano!».
27
Entonces el comandante se acercó a Pablo y le preguntó:
—Dime, ¿eres ciudadano romano?
—Sí, por supuesto que lo soy —respondió Pablo.