8
»“No, Señor —respondí—. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren impuro o inmundo”.
9
»Pero la voz del cielo habló de nuevo: “No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio”.
10
Eso sucedió tres veces antes de que la sábana, con todo lo que había dentro, fuera subida al cielo otra vez.
11
»En ese preciso momento, tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea llegaron a la casa donde estábamos hospedados.
12
El Espíritu Santo me dijo que los acompañara y que no me preocupara que fueran gentiles. Estos seis hermanos aquí presentes me acompañaron, y pronto entramos en la casa del hombre que había mandado a buscarnos.
13
Él nos contó cómo un ángel se le había aparecido en su casa y le había dicho: “Envía mensajeros a Jope y manda a llamar a un hombre llamado Simón Pedro.
14
¡Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvos!”.
15
»Cuando comencé a hablar —continuó Pedro—, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como descendió sobre nosotros al principio.
16
Entonces pensé en las palabras del Señor cuando dijo:
17
Y, como Dios les dio a esos gentiles el mismo don que nos dio a nosotros cuando creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
18
Cuando los demás oyeron esto, dejaron de oponerse y comenzaron a alabar a Dios. Dijeron:
—Podemos ver que Dios también les ha dado a los gentiles el privilegio de arrepentirse de sus pecados y de recibir vida eterna.