12
El Espíritu Santo me dijo que los acompañara y que no me preocupara que fueran gentiles. Estos seis hermanos aquí presentes me acompañaron, y pronto entramos en la casa del hombre que había mandado a buscarnos.
13
Él nos contó cómo un ángel se le había aparecido en su casa y le había dicho: “Envía mensajeros a Jope y manda a llamar a un hombre llamado Simón Pedro.
14
¡Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvos!”.
15
»Cuando comencé a hablar —continuó Pedro—, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como descendió sobre nosotros al principio.
16
Entonces pensé en las palabras del Señor cuando dijo:
17
Y, como Dios les dio a esos gentiles el mismo don que nos dio a nosotros cuando creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
18
Cuando los demás oyeron esto, dejaron de oponerse y comenzaron a alabar a Dios. Dijeron:
—Podemos ver que Dios también les ha dado a los gentiles el privilegio de arrepentirse de sus pecados y de recibir vida eterna.
19
La iglesia en Antioquía de Siria
Mientras tanto, los creyentes que fueron dispersados durante la persecución que hubo después de la muerte de Esteban, viajaron tan lejos como Fenicia, Chipre y Antioquía de Siria. Predicaban la palabra de Dios, pero solo a judíos.
20
Sin embargo, algunos de los creyentes que fueron a Antioquía desde Chipre y Cirene les comenzaron a predicar a los gentiles
acerca del Señor Jesús.
21
El poder del Señor estaba con ellos, y un gran número de estos gentiles creyó y se convirtió al Señor.
22
Cuando la iglesia de Jerusalén se enteró de lo que había pasado, enviaron a Bernabé a Antioquía.