4
Pues cada casa tiene un constructor, pero el que construyó todo es Dios.
5
En verdad Moisés fue fiel como siervo en la casa de Dios. Su trabajo fue una ilustración de las verdades que Dios daría a conocer tiempo después;
6
pero Cristo, como Hijo, está a cargo de toda la casa de Dios; y nosotros somos la casa de Dios si nos armamos de valor y permanecemos confiados en nuestra esperanza en Cristo.
7
Por eso el Espíritu Santo dice:
«Cuando oigan hoy su voz,
8
no endurezcan el corazón
como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron,
aquel día que me pusieron a prueba en el desierto.
9
Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia
a pesar de haber visto mis milagros durante cuarenta años.
10
Por eso, me enojé con ellos y dije:
“Su corazón siempre se aleja de mí.
Rehúsan hacer lo que les digo”.
11
Así que en mi enojo juré:
“Ellos nunca entrarán en mi lugar de descanso”»
.
12
Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo.
13
Adviértanse unos a otros todos los días mientras dure ese «hoy», para que ninguno sea engañado por el pecado y se endurezca contra Dios.
14
Pues, si somos fieles hasta el fin, confiando en Dios con la misma firmeza que teníamos al principio, cuando creímos en él, entonces tendremos parte en todo lo que le pertenece a Cristo.