2
Pues él fue fiel a Dios, quien lo nombró, así como Moisés fue fiel cuando se le encomendó toda
la casa de Dios.
3
Pero Jesús merece mucha más gloria que Moisés, así como el que construye una casa merece más elogio que la casa misma.
4
Pues cada casa tiene un constructor, pero el que construyó todo es Dios.
5
En verdad Moisés fue fiel como siervo en la casa de Dios. Su trabajo fue una ilustración de las verdades que Dios daría a conocer tiempo después;
6
pero Cristo, como Hijo, está a cargo de toda la casa de Dios; y nosotros somos la casa de Dios si nos armamos de valor y permanecemos confiados en nuestra esperanza en Cristo.
7
Por eso el Espíritu Santo dice:
«Cuando oigan hoy su voz,
8
no endurezcan el corazón
como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron,
aquel día que me pusieron a prueba en el desierto.
9
Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia
a pesar de haber visto mis milagros durante cuarenta años.
10
Por eso, me enojé con ellos y dije:
“Su corazón siempre se aleja de mí.
Rehúsan hacer lo que les digo”.
11
Así que en mi enojo juré:
“Ellos nunca entrarán en mi lugar de descanso”»
.
12
Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo.