8
Primero, Cristo dijo: «No quisiste sacrificios de animales ni ofrendas por el pecado; ni ofrendas quemadas ni otras ofrendas por el pecado. Todas esas ofrendas tampoco te agradaron» (aun cuando la ley de Moisés las exige).
9
Luego dijo: «Aquí estoy, he venido a hacer tu voluntad». Él anula el primer pacto para que el segundo entre en vigencia.
10
Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.
11
Bajo el antiguo pacto, el sacerdote oficia de pie delante del altar día tras día, ofreciendo los mismos sacrificios una y otra vez, los cuales nunca pueden quitar los pecados;
12
pero nuestro Sumo Sacerdote se ofreció a sí mismo a Dios como un solo sacrificio por los pecados, válido para siempre. Luego se sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios.
13
Allí espera hasta que sus enemigos sean humillados y puestos por debajo de sus pies.
14
Pues mediante esa única ofrenda, él perfeccionó para siempre a los que está haciendo santos.
15
Y el Espíritu Santo también da testimonio de que es verdad, pues dice:
16
«Este es el nuevo pacto que haré
con mi pueblo en aquel día
—dice el Señor
—:
Pondré mis leyes en su corazón
y las escribiré en su mente»
.
17
Después dice:
«Nunca más me acordaré
de sus pecados y sus transgresiones»
.
18
Y cuando los pecados han sido perdonados, ya no hace falta ofrecer más sacrificios.