8
La plata es mía y el oro es mío —dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales—.
9
La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria —dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales— y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor
de los Ejércitos Celestiales, he hablado!”».
10
Promesas de bendición por la obediencia
El 18 de diciembre
del segundo año del reinado del rey Darío, el Señor
envió el siguiente mensaje al profeta Hageo:
11
«El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice: pregunta a los sacerdotes acerca de la ley:
12
“Si alguno de ustedes trae entre sus vestiduras sacerdotales carne de un sacrificio consagrado y sucede que las vestiduras rozan con algún pan o guiso, vino o aceite de oliva o alguna otra clase de alimento, ¿quedará el alimento también consagrado?”».
Entonces los sacerdotes contestaron:
—No.
13
Luego Hageo preguntó:
—Si alguien se vuelve ceremonialmente impuro por tocar a un muerto y después toca cualquiera de esos alimentos, ¿se contaminará la comida?
—Sí —contestaron los sacerdotes.
14
Entonces Hageo respondió:
—Así mismo sucede con este pueblo y con esta nación —dice el Señor
—. Todo lo que hacen y todo lo que ofrecen, está contaminado por su pecado.
15
Miren lo que les pasaba antes de que comenzaran a edificar los cimientos del templo del Señor
.
16
Cuando esperaban veinte medidas de grano, cosechaban solo diez. Cuando esperaban sacar cincuenta litros del lagar, encontraban solo veinte.
17
Yo envié plaga, moho y granizo para destruir todo aquello por lo que hicieron tanto esfuerzo para producir. Aun así, rehusaban regresar a mí, dice el Señor
.
18
»Consideren este día, el 18 de diciembre,
cuando los cimientos del templo del Señor
fueron establecidos. Considérenlo bien.