3
»¡Veo a Dios cruzando el desierto de Edom,
el Santo viene desde el monte Parán!
Su brillante esplendor llena los cielos
y la tierra se llena de su alabanza.
4
Su llegada es tan radiante como la salida del sol.
Rayos de luz salen de sus manos
donde se esconde su imponente poder.
5
La pestilencia marcha delante de él;
la plaga lo sigue de cerca.
6
Cuando él se detiene, la tierra se estremece.
Cuando mira, las naciones tiemblan.
Él derrumba las montañas perpetuas
y arrasa las antiguas colinas.
¡Él es el Eterno!
7
Veo al pueblo de Cusán en angustia
y a la nación de Madián temblando de terror.
8
»¿Estabas enojado, Señor
, cuando golpeaste los ríos
y dividiste el mar?
¿Estabas disgustado con ellos?
¡No! ¡Enviabas tus carros de salvación!
9
Blandiste tu arco
y tu aljaba de flechas.
Partiste la tierra con caudalosos ríos.
10
Las montañas observaron y temblaron.
Avanzaron las tempestuosas aguas.
Las profundidades del mar rugieron
levantando sus manos al Señor
.
11
El sol y la luna se detuvieron en el cielo
cuando volaron tus radiantes flechas
y brilló tu deslumbrante lanza.
12
»Con enojo marchaste a través de la tierra
y con furor pisoteaste las naciones.
13
Saliste a rescatar a tu pueblo elegido,
a salvar a tus ungidos.
Aplastaste las cabezas de los perversos
y descarnaste sus huesos de pies a cabeza.