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Dos meses y medio más tarde,
mientras las aguas seguían bajando, otras cumbres se hicieron visibles.
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Pasados otros cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en la barca
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y soltó un cuervo. El pájaro voló ida y vuelta hasta que las aguas del diluvio terminaron de secarse sobre la tierra.
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También soltó una paloma para ver si el agua se había retirado y si la paloma podía encontrar suelo seco;
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pero la paloma no pudo encontrar ningún lugar donde posarse, porque el agua aún cubría la tierra. Así que volvió a la barca, y Noé extendió su mano y metió la paloma adentro.
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Después de esperar otros siete días, Noé volvió a soltar la paloma;
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esta vez la paloma regresó a él por la tarde con una hoja de olivo fresca en su pico. Entonces Noé supo que las aguas del diluvio se habían retirado casi por completo.
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Esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma. Esta vez el ave no regresó.
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Ahora Noé tenía seiscientos un años de edad. El primer día del nuevo año, diez meses y medio después del comienzo del diluvio,
las aguas del diluvio se habían secado de la tierra casi por completo. Noé levantó la cubierta de la barca y vio que la superficie de la tierra se estaba secando.
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Pasaron otros dos meses,
¡y por fin la tierra quedó seca!
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Entonces Dios le dijo a Noé: