11
Cierto día, sin embargo, José entró a hacer su trabajo y no había nadie más allí.
12
Ella llegó, lo agarró del manto y le ordenó: «¡Vamos, acuéstate conmigo!». José se zafó de un tirón, pero dejó su manto en manos de ella al salir corriendo de la casa.
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Cuando ella vio que tenía el manto en las manos y que él había huido,
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llamó a sus siervos. Enseguida todos los hombres llegaron corriendo. «¡Miren! —dijo ella—. ¡Mi esposo ha traído aquí a este esclavo hebreo para que nos deje en ridículo! Él entró en mi cuarto para violarme, pero yo grité.
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Cuando me oyó gritar, salió corriendo y se escapó, pero dejó su manto en mis manos».
16
Ella se quedó con el manto hasta que su esposo regresó a la casa.
17
Luego le contó su versión de lo sucedido: «Ese esclavo hebreo que trajiste a nuestra casa intentó entrar y aprovecharse de mí;
18
pero, cuando grité, ¡salió corriendo y dejó su manto en mis manos!».
19
José es encarcelado
Potifar se enfureció cuando oyó el relato de su esposa acerca de cómo José la había tratado.
20
Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel donde estaban los presos del rey. José quedó allí,
21
pero el Señor
estaba con José en la cárcel y le mostró su fiel amor. El Señor
hizo que José fuera el preferido del encargado de la cárcel.