4
Pero, por el contrario, sus hermanos lo odiaban porque su padre lo amaba más que a ellos. No dirigían ni una sola palabra amable hacia José.
5
Una noche José tuvo un sueño, y cuando se lo contó a sus hermanos, lo odiaron más que nunca.
6
—Escuchen este sueño —les dijo—.
7
Resulta que estábamos en el campo atando gavillas de grano. De repente, mi gavilla se levantó, y las gavillas de ustedes se juntaron alrededor de la mía, ¡y se inclinaron ante ella!
8
Sus hermanos respondieron:
—Así que crees que serás nuestro rey, ¿no es verdad? ¿De veras piensas que reinarás sobre nosotros?
Así que lo odiaron aún más debido a sus sueños y a la forma en que los contaba.
9
Al poco tiempo José tuvo otro sueño y de nuevo se lo contó a sus hermanos.
—Escuchen, tuve otro sueño —les dijo—. ¡El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí!
10
Esta vez le contó el sueño a su padre además de a sus hermanos, pero su padre lo reprendió.
—¿Qué clase de sueño es ese? —le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo llegaremos a postrarnos delante de ti?
11
Sin embargo, mientras los hermanos de José tenían celos de él, su padre estaba intrigado por el significado de los sueños.
12
Poco tiempo después, los hermanos de José fueron hasta Siquem para apacentar los rebaños de su padre.
13
Cuando ya llevaban un buen tiempo allí, Jacob le dijo a José:
—Tus hermanos están en Siquem apacentando las ovejas. Prepárate, porque te enviaré a verlos.
—Estoy listo para ir —respondió José.
14
—Ve a ver cómo están tus hermanos y los rebaños —dijo Jacob—. Luego vuelve aquí y tráeme noticias de ellos.
Así que Jacob despidió a José, y él viajó hasta Siquem desde su casa, en el valle de Hebrón.