3
Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque era para él el hijo de su vejez; y le hizo una túnica de muchos colores.
4
Y vieron sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos; por eso lo odiaban y no podían hablarle amistosamente .
5
Y José tuvo un sueño y cuando lo contó a sus hermanos, ellos lo odiaron aún más.
6
Y él les dijo: Os ruego que escuchéis este sueño que he tenido.
7
He aquí, estábamos atando gavillas en medio del campo, y he aquí que mi gavilla se levantó y se puso derecha, y entonces vuestras gavillas se ponían alrededor y se inclinaban hacia mi gavilla.
8
Y sus hermanos le dijeron: ¿Acaso reinarás sobre nosotros? ¿O acaso te enseñorearás sobre nosotros? Y lo odiaron aún más por causa de sus sueños y de sus palabras.
9
Tuvo aún otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí, he tenido aún otro sueño; y he aquí, el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí.
10
Y él lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre lo reprendió, y le dijo: ¿Qué es este sueño que has tenido? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos vendremos a inclinarnos hasta el suelo ante ti?
11
Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre reflexionaba sobre lo dicho.
12
Después sus hermanos fueron a apacentar el rebaño de su padre en Siquem.
13
E Israel dijo a José: ¿No están tus hermanos apacentando el rebaño en Siquem? Ven y te enviaré a ellos. Y él le dijo: Iré.
14
Entonces Israel le dijo: Ve ahora y mira cómo están tus hermanos y cómo está el rebaño; y tráeme noticias de ellos. Lo envió, pues, desde el valle de Hebrón, y José fue a Siquem.
15
Y estando él dando vueltas por el campo, un hombre lo encontró, y el hombre le preguntó, diciendo: ¿Qué buscas?
16
Y él respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me informes dónde están apacentando el rebaño.
17
Y el hombre respondió: Se han ido de aquí, pues yo les oí decir: "Vamos a Dotán." Entonces José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán.
18
Cuando ellos lo vieron de lejos, y antes que se les acercara, tramaron contra él para matarlo.
19
Y se dijeron unos a otros: Aquí viene el soñador.
20
Ahora pues, venid, matémoslo y arrojémoslo a uno de los pozos; y diremos: "Una fiera lo devoró." Entonces veremos en qué quedan sus sueños.
21
Pero Rubén oyó esto y lo libró de sus manos, y dijo: No le quitemos la vida.
22
Rubén les dijo además: No derraméis sangre. Echadlo en este pozo del desierto, pero no le pongáis la mano encima. Esto dijo para poder librarlo de las manos de ellos y volverlo a su padre.
23
Y sucedió que cuando José llegó a sus hermanos, despojaron a José de su túnica, la túnica de muchos colores que llevaba puesta;
24
y lo tomaron y lo echaron en el pozo. Y el pozo estaba vacío, no había agua en él.
25
Entonces se sentaron a comer, y cuando levantaron los ojos y miraron, he aquí, una caravana de ismaelitas venía de Galaad con sus camellos cargados de resina aromática, bálsamo y mirra, que iban bajando hacia Egipto.
26
Y Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué ganaremos con matar a nuestro hermano y ocultar su sangre?
27
Venid, vendámoslo a los ismaelitas y no pongamos las manos sobre él, pues es nuestro hermano, carne nuestra. Y sus hermanos le hicieron caso.
28
Pasaron entonces unos mercaderes madianitas, y ellos sacaron a José, subiéndolo del pozo, y vendieron a José a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y éstos llevaron a José a Egipto.
29
Cuando Rubén volvió al pozo, he aquí, José no estaba en el pozo; entonces rasgó sus vestidos.
30
Y volvió a sus hermanos y les dijo: El muchacho no está allí; y yo, ¿adónde iré?
31
Entonces tomaron la túnica de José y mataron un macho cabrío, y empaparon la túnica en la sangre;
32
y enviaron la túnica de muchos colores y la llevaron a su padre, y dijeron: Encontramos esto; te rogamos que lo examines para ver si es la túnica de tu hijo o no.
33
El la examinó, y dijo: Es la túnica de mi hijo. Una fiera lo ha devorado; sin duda José ha sido despedazado.
34
Y Jacob rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sus lomos y estuvo de duelo por su hijo muchos días.
35
Y todos sus hijos y todas sus hijas vinieron para consolarlo, pero él rehusó ser consolado, y dijo: Ciertamente enlutado bajaré al Seol por causa de mi hijo. Y su padre lloró por él.
36
Mientras tanto, los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.