30
Y ya que te ibas, porque tenías deseo de la casa de tu padre, ¿por qué me hurtaste mis dioses?
31
Y Jacob respondió, y dijo á Labán: Porque tuve miedo; pues dije, que quizás me quitarías por fuerza tus hijas.
32
En quien hallares tus dioses, no viva: delante de nuestros hermanos reconoce lo que yo tuviere tuyo, y llévatelo. Jacob no sabía que Rachêl los había hurtado.
33
Y entró Labán en la tienda de Jacob, y en la tienda de Lea, y en la tienda de las dos siervas, y no los halló, y salió de la tienda de Lea, y vino á la tienda de Rachêl.
34
Y tomó Rachêl los ídolos, y púsolos en una albarda de un camello, y sentóse sobre ellos: y tentó Labán toda la tienda y no los halló.
35
Y ella dijo á su padre: No se enoje mi señor, porque no me puedo levantar delante de ti; pues estoy con la costumbre de las mujeres. Y él buscó, pero no halló los ídolos.
36
Entonces Jacob se enojó, y regañó con Labán; y respondió Jacob y dijo á Labán: ¿Qué prevaricación es la mía? ¿cuál es mi pecado, que con tanto ardor has venido en seguimiento mío?
37
Pues que has tentado todos mis muebles, ¿qué has hallado de todas las alhajas de tu casa? Ponlo aquí denlante de mis hermanos y tuyos, y juzguen entre nosotros ambos.
38
Estos veinte años he estado contigo: tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas.
39
Nunca te traje lo arrebatado por las fieras; yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, de mi mano lo requerías.
40
De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño se huía de mis ojos.