2
A la distancia vio un pozo. Junto al pozo, en campo abierto, había tres rebaños de ovejas y de cabras esperando a que les dieran de beber; pero una pesada piedra tapaba la boca del pozo.
3
Era costumbre del lugar esperar a que llegaran todos los rebaños antes de quitar la piedra y dar de beber a los animales. Después se volvía a tapar la boca del pozo con la piedra.
4
Jacob se acercó a los pastores y preguntó:
—¿De dónde son ustedes, amigos?
—Somos de Harán —contestaron ellos.
5
—¿Conocen allí a un hombre llamado Labán, el nieto de Nacor? —les preguntó.
—Sí, lo conocemos —contestaron.
6
—¿Y él está bien? —preguntó Jacob.
—Sí, está bien —contestaron—. Mire, ahí viene su hija Raquel con los rebaños.
7
—Todavía estamos a plena luz del día —dijo Jacob—, por lo que es demasiado temprano para reunir a los animales. ¿Por qué no dan ustedes de beber a las ovejas y a las cabras para que así puedan volver a pastar?
8
—No podemos dar de beber a los animales hasta que hayan llegado todos los rebaños —contestaron—. Entonces los pastores quitan la piedra de la boca del pozo y damos de beber a todas las ovejas y las cabras.
9
Todavía estaba Jacob hablando con ellos cuando llegó Raquel con los rebaños de su padre, porque ella era pastora.
10
Ya que Raquel era su prima —la hija de Labán, el hermano de su madre—, y como las ovejas y las cabras eran de su tío Labán, Jacob fue al pozo, quitó la piedra que tapaba la boca y dio de beber al rebaño de su tío.
11
Luego Jacob besó a Raquel y lloró en voz alta.
12
Le explicó a Raquel que él era su primo por parte de su padre, el hijo de su tía Rebeca. Enseguida Raquel salió corriendo y se lo contó a su padre Labán.