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Entonces Jacob se despertó del sueño y dijo: «¡Ciertamente el Señor
está en este lugar, y yo ni me di cuenta!»;
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pero también tuvo temor y dijo: «¡Qué temible es este lugar! No es ni más ni menos que la casa de Dios, ¡la puerta misma del cielo!».
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A la mañana siguiente, Jacob despertó muy temprano y erigió como columna conmemorativa la piedra en la que había reposado la cabeza y después derramó aceite de oliva sobre ella.
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Llamó a aquel lugar Betel (que significa «casa de Dios»), aunque antes se llamaba Luz.
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Luego Jacob hizo el siguiente voto: «Si Dios en verdad está conmigo y me protege en este viaje, y si él me provee de comida y de ropa,
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y si yo regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor
ciertamente será mi Dios.
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Y esta piedra que levanté como columna conmemorativa será un lugar de adoración a Dios, y yo le daré a Dios una décima parte de todo lo que él me dé».