24
—¿De verdad eres mi hijo Esaú? —preguntó.
—Sí, lo soy —contestó Jacob.
25
Entonces Isaac dijo:
—Ahora, hijo mío, tráeme lo que cazaste. Primero comeré y después te daré mi bendición.
Entonces Jacob llevó la comida a su padre, e Isaac la comió. También bebió el vino que Jacob le sirvió.
26
Luego Isaac le dijo a Jacob:
—Acércate un poco más y dame un beso, hijo mío.
27
Así que Jacob se le acercó y le dio un beso. Entonces Isaac, al sentir el olor de la ropa, finalmente se convenció y bendijo a su hijo diciendo:
—¡Ah! ¡El olor de mi hijo es como el olor del campo, que el Señor
ha bendecido!
28
«Del rocío de los cielos
y la riqueza de la tierra,
que Dios te conceda siempre abundantes cosechas de grano
y vino nuevo en cantidad.
29
Que muchas naciones sean tus servidoras
y se inclinen ante ti.
Que seas el amo de tus hermanos,
y que los hijos de tu madre se inclinen ante ti.
Todos los que te maldigan serán malditos,
y todos los que te bendigan serán bendecidos».
30
En cuanto Isaac terminó de bendecir a Jacob y casi antes de que Jacob saliera de la presencia de su padre, Esaú regresó de cazar.
31
Preparó una comida deliciosa y se la llevó a su padre. Entonces dijo:
—Levántate, padre mío, y come de lo que he cazado, para que puedas darme tu bendición.
32
Pero Isaac le preguntó:
—¿Quién eres tú?
—Soy tu hijo, tu hijo mayor, Esaú —contestó.
33
Isaac comenzó a temblar de manera incontrolable y dijo:
—¿Entonces quién me acaba de servir lo que cazó? Ya he comido, y lo bendije a él poco antes de que llegaras, ¡y esa bendición quedará en pie!
34
Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y lleno de amargura.
—Oh padre mío, ¿y yo? ¡Bendíceme también a mí! —le suplicó.