2
—Yo ya soy un hombre viejo —dijo Isaac—, y no sé cuándo moriré.
3
Toma tu arco y una aljaba llena de flechas, y sal a campo abierto a cazar un animal para mí.
4
Prepara mi comida preferida y tráemela aquí para que la coma. Entonces pronunciaré la bendición que te pertenece a ti, mi primer hijo varón, antes de que yo muera.
5
Rebeca oyó lo que Isaac le había dicho a su hijo Esaú. Entonces, cuando Esaú salió a cazar un animal,
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ella le dijo a su hijo Jacob:
—Escucha. Oí a tu padre decirle a Esaú:
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“Caza un animal y prepárame una comida deliciosa. Entonces te bendeciré en presencia del Señor
antes de morir”.
8
Ahora, hijo mío, escúchame. Haz exactamente lo que yo te diga.
9
Vete a los rebaños y tráeme dos de los mejores cabritos. Con ellos prepararé el plato favorito de tu padre.
10
Después lleva la comida a tu padre para que se la coma y te bendiga antes de morir.
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—Pero mira —respondió Jacob a Rebeca—, mi hermano Esaú es muy velludo; en cambio, mi piel es suave.
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¿Y si mi padre me toca? Entonces se dará cuenta de que intento engañarlo, y en lugar de bendecirme, me maldecirá.
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Pero su madre respondió:
—¡Entonces que la maldición caiga sobre mí, hijo mío! Tú simplemente haz lo que te digo. ¡Sal y tráeme los cabritos!
14
Así que Jacob salió y consiguió los cabritos para su madre. Rebeca preparó con ellos un plato delicioso, tal como le gustaba a Isaac.
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Después tomó las ropas favoritas de Esaú, que estaban allí en casa, y se las dio a su hijo menor, Jacob.
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Con la piel de los cabritos, ella le cubrió los brazos y la parte del cuello donde él no tenía vello.
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Luego le entregó a Jacob el plato delicioso y el pan recién horneado.
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Entonces Jacob llevó la comida a su padre.
—¿Padre? —dijo.
—Sí, hijo mío —respondió Isaac—. ¿Quién eres, Esaú o Jacob?
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—Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó Jacob—. Hice tal como me pediste; aquí está lo que cacé. Ahora levántate y come, para que puedas darme tu bendición.
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—¿Cómo es que encontraste la presa tan pronto, hijo mío?
—¡El Señor
tu Dios la puso en mi camino! —contestó Jacob.
21
Entonces Isaac le dijo a Jacob:
—Acércate para que pueda tocarte y asegurarme de que de verdad eres Esaú.
22
Entonces Jacob se acercó a su padre, e Isaac lo tocó.
—La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú —dijo Isaac.