19
—Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó Jacob—. Hice tal como me pediste; aquí está lo que cacé. Ahora levántate y come, para que puedas darme tu bendición.
20
—¿Cómo es que encontraste la presa tan pronto, hijo mío?
—¡El Señor
tu Dios la puso en mi camino! —contestó Jacob.
21
Entonces Isaac le dijo a Jacob:
—Acércate para que pueda tocarte y asegurarme de que de verdad eres Esaú.
22
Entonces Jacob se acercó a su padre, e Isaac lo tocó.
—La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú —dijo Isaac.
23
Sin embargo, no reconoció a Jacob porque, cuando tocó las manos de Jacob, estaban velludas como las de Esaú. Así que Isaac se preparó para bendecir a Jacob.
24
—¿De verdad eres mi hijo Esaú? —preguntó.
—Sí, lo soy —contestó Jacob.
25
Entonces Isaac dijo:
—Ahora, hijo mío, tráeme lo que cazaste. Primero comeré y después te daré mi bendición.
Entonces Jacob llevó la comida a su padre, e Isaac la comió. También bebió el vino que Jacob le sirvió.
26
Luego Isaac le dijo a Jacob:
—Acércate un poco más y dame un beso, hijo mío.
27
Así que Jacob se le acercó y le dio un beso. Entonces Isaac, al sentir el olor de la ropa, finalmente se convenció y bendijo a su hijo diciendo:
—¡Ah! ¡El olor de mi hijo es como el olor del campo, que el Señor
ha bendecido!
28
«Del rocío de los cielos
y la riqueza de la tierra,
que Dios te conceda siempre abundantes cosechas de grano
y vino nuevo en cantidad.
29
Que muchas naciones sean tus servidoras
y se inclinen ante ti.
Que seas el amo de tus hermanos,
y que los hijos de tu madre se inclinen ante ti.
Todos los que te maldigan serán malditos,
y todos los que te bendigan serán bendecidos».