12
¿Y si mi padre me toca? Entonces se dará cuenta de que intento engañarlo, y en lugar de bendecirme, me maldecirá.
13
Pero su madre respondió:
—¡Entonces que la maldición caiga sobre mí, hijo mío! Tú simplemente haz lo que te digo. ¡Sal y tráeme los cabritos!
14
Así que Jacob salió y consiguió los cabritos para su madre. Rebeca preparó con ellos un plato delicioso, tal como le gustaba a Isaac.
15
Después tomó las ropas favoritas de Esaú, que estaban allí en casa, y se las dio a su hijo menor, Jacob.
16
Con la piel de los cabritos, ella le cubrió los brazos y la parte del cuello donde él no tenía vello.
17
Luego le entregó a Jacob el plato delicioso y el pan recién horneado.
18
Entonces Jacob llevó la comida a su padre.
—¿Padre? —dijo.
—Sí, hijo mío —respondió Isaac—. ¿Quién eres, Esaú o Jacob?
19
—Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó Jacob—. Hice tal como me pediste; aquí está lo que cacé. Ahora levántate y come, para que puedas darme tu bendición.
20
—¿Cómo es que encontraste la presa tan pronto, hijo mío?
—¡El Señor
tu Dios la puso en mi camino! —contestó Jacob.
21
Entonces Isaac le dijo a Jacob:
—Acércate para que pueda tocarte y asegurarme de que de verdad eres Esaú.
22
Entonces Jacob se acercó a su padre, e Isaac lo tocó.
—La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú —dijo Isaac.