28
Supongamos que hubiera solo cuarenta y cinco justos en vez de cincuenta. ¿Destruirás toda la ciudad aunque falten cinco?
El Señor
le dijo:
—No la destruiré si encuentro cuarenta y cinco justos allí.
29
Entonces Abraham insistió en su petición:
—¿Supongamos que hubiera solamente cuarenta?
El Señor
le contestó:
—No la destruiré por causa de esos cuarenta.
30
—Por favor, no te enojes, mi Señor —rogó Abraham—. Permíteme seguir hablando. ¿Supongamos que se encontraran solamente treinta justos?
El Señor
le contestó:
—No la destruiré si encuentro treinta.
31
Entonces Abraham dijo:
—Dado que me he atrevido a hablar al Señor, permíteme continuar. ¿Supongamos que hay solamente veinte?
El Señor
le contestó:
—Entonces no la destruiré por causa de esos veinte.
32
Finalmente, Abraham dijo:
—Señor, por favor, no te enojes conmigo si hablo una vez más. ¿Y si hubiera tan solo diez?
Y el Señor
contestó:
—Entonces no la destruiré por causa de esos diez.
33
Cuando el Señor
terminó la conversación con Abraham, siguió su camino, y Abraham regresó a su carpa.