2
Entonces levantó la vista y vio a tres hombres de pie cerca de allí. Cuando los vio, corrió a recibirlos, y se inclinó hasta el suelo en señal de bienvenida.
3
—Mi señor —dijo él—, si le agrada, deténgase aquí un rato.
4
Descansen bajo la sombra de este árbol mientras les traen agua para lavarse los pies.
5
Ya que han honrado a su siervo con esta visita, permítanme prepararles comida para que recobren fuerzas antes de continuar su viaje.
—Está bien —dijeron ellos—. Haz lo que dijiste.
6
Entonces Abraham volvió corriendo a la carpa y le dijo a Sara: «¡Apresúrate! Toma tres medidas abundantes
de la mejor harina que tengas, amásala y hornea pan».
7
Luego Abraham corrió hacia el rebaño, escogió un becerro tierno y se lo dio a su siervo, quien lo preparó con rapidez.
8
Cuando la comida estuvo lista, Abraham tomó yogur
y leche junto con la carne asada, y sirvió la comida a los hombres. Mientras ellos comían, Abraham los atendía bajo la sombra de los árboles.
9
—¿Dónde está Sara, tu esposa? —preguntaron los visitantes.
—Está dentro de la carpa —contestó Abraham.
10
Entonces uno de ellos dijo:
—Yo volveré a verte dentro de un año, ¡y tu esposa, Sara, tendrá un hijo!
Sara escuchaba la conversación desde la carpa.
11
Abraham y Sara eran muy ancianos en ese tiempo, y hacía mucho que Sara había pasado la edad de tener hijos.
12
Así que se rió en silencio dentro de sí misma, y dijo: «¿Cómo podría una mujer acabada como yo disfrutar semejante placer, sobre todo cuando mi señor —mi esposo— también es muy viejo?».