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El cordero, la ofrenda de grano y el aceite de oliva se entregarán como sacrificio diario, cada mañana, sin excepción.
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»”Esto dice el Señor
Soberano: si el príncipe le regala un terreno a uno de sus hijos como herencia, le pertenecerá al hijo y a sus descendientes para siempre.
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Sin embargo, si el príncipe, de su herencia le obsequia un terreno a uno de sus siervos, el siervo solo podrá conservarlo hasta el año de jubileo, que se celebra cada cincuenta años.
Llegado ese tiempo, se devolverá el terreno al príncipe. En cambio, los regalos que el príncipe les dé a sus hijos, serán permanentes.
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Además, el príncipe nunca podrá quitarle a nadie su tierra por la fuerza. Si le regala propiedades a sus hijos, tendrán que ser de su propia tierra, porque no deseo que ninguno de mi pueblo sea desalojado injustamente de su propiedad”».
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Las cocinas del templo
En mi visión, el hombre me llevó por la entrada que había junto a la puerta y me condujo a las habitaciones sagradas que daban al norte y estaban asignadas a los sacerdotes. Me mostró un lugar en el extremo occidental de esas habitaciones
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y me explicó: «Aquí es donde los sacerdotes cocinarán la carne de las ofrendas por la culpa y de las ofrendas por el pecado, y donde también hornearán el pan hecho con la harina de las ofrendas de grano. Usarán este lugar, a fin de no llevar los sacrificios por el atrio exterior y poner al pueblo en peligro al trasmitirle la santidad».
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Luego me llevó nuevamente al atrio exterior y me condujo a cada una de sus cuatro esquinas. En cada esquina vi un recinto.
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Cada recinto medía veintiún metros con veinte centímetros de largo por quince metros con noventa centímetros de ancho,
y estaba rodeado por muros.
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En el lado interior de esos muros, por todo alrededor, había una saliente de piedra con chimeneas debajo de toda la saliente.
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El hombre me dijo: «Estas son las cocinas que usarán los ayudantes del templo para hervir los sacrificios ofrecidos por el pueblo».