20
un camino con dirección a Amón y su capital, Rabá; y el otro camino rumbo a Judá y a Jerusalén, la ciudad fortificada.
21
El rey de Babilonia ahora se encuentra donde se dividen los dos caminos y está indeciso sobre a quién atacar: a Jerusalén o a Rabá. Así que él convoca a sus magos en busca de presagios para que le adivinen la suerte. Ellos revuelven las flechas de la aljaba y examinan hígados de animales sacrificados.
22
El presagio en su mano derecha le indica: “¡Jerusalén!”. Sus soldados irán con arietes contra las puertas de la ciudad, pidiendo a gritos la masacre. Levantarán torres de asalto y construirán rampas contra las murallas.
23
Los habitantes de Jerusalén pensarán que es un falso presagio, debido a su tratado con los babilonios; pero el rey de Babilonia le recordará a la gente su rebelión. Entonces los atacará y los capturará.
24
»Por lo tanto, esto dice el Señor
Soberano: una y otra vez me hiciste recordar tu pecado y tu culpa. ¡Ni siquiera intentas ocultarlo! En todo lo que haces, tus pecados son evidentes, están a la vista de todos. ¡Por lo tanto, ya ha llegado la hora de tu castigo!
25
»Príncipe de Israel, corrupto y perverso, ¡ha llegado el día de tu juicio final!
26
Esto dice el Señor
Soberano:
»“Quítate la corona de joyas,
porque el antiguo orden está por cambiar.
Ahora los humildes serán exaltados,
y los poderosos serán humillados.
27
¡Destrucción! ¡Destrucción!
Sin duda destruiré el reino.
Y no será restaurado hasta que aparezca
aquel que tiene derecho a juzgarlo.
Entonces se lo entregaré a él”.
28
Mensaje para los amonitas
»Ahora, hijo de hombre, profetiza sobre los amonitas y sus burlas. Dales el siguiente mensaje de parte del Señor
Soberano:
»“Una espada, una espada
se desenvainó para tu masacre.
Está pulida para destruir,
¡y destella como un rayo!
29
Tus profetas han transmitido falsas visiones
y tus adivinos han dicho mentiras.
La espada caerá sobre el cuello de los malvados,
para quienes ya ha llegado el día del juicio final.
30
»”Ahora devuelve la espada a su vaina,
porque en tu propio país,
la tierra donde naciste,
dictaré mi sentencia contra ti.
31
Sobre ti derramaré mi furia
y te soplaré con el fuego de mi enojo.
Te entregaré a hombres crueles,
expertos en destrucción.
32
Serás leña para el fuego,
y derramarán tu sangre en tu propia tierra.
¡Serás arrasado por completo,
y no habrá más memoria de ti en la historia,
porque yo, el Señor
, he hablado!”».