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y te ayudé a florecer como una planta del campo. Creciste y te convertiste en una joya preciosa. Te crecieron los pechos y te salió el vello, pero seguías desnuda.
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Cuando volví a pasar, vi que ya tenías edad para el amor. Entonces te envolví con mi manto para cubrir tu desnudez y te pronuncié mis votos matrimoniales. Hice un pacto contigo, dice el Señor
Soberano, y pasaste a ser mía.
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»”Luego te bañé, te limpié la sangre y te froté la piel con aceites fragantes.
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Te vestí con ropas costosas de lino fino y de seda con bordados hermosos, y te calcé con sandalias de cuero de cabra de la mejor calidad.
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Te di joyas preciosas, pulseras y hermosos collares,
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un anillo para la nariz, aretes para las orejas y una hermosa corona para la cabeza.
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Así quedaste adornada con oro y plata. Tus ropas eran de lino fino con bordados hermosos. Comiste los mejores alimentos —harina selecta, miel y aceite de oliva— y te pusiste más hermosa que nunca. Parecías una reina ¡y lo eras!
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Tu fama pronto se extendió por todo el mundo a causa de tu belleza. Te vestí de mi esplendor y perfeccioné tu belleza, dice el Señor
Soberano.
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»”Pero pensaste que eras dueña de tu fama y tu belleza. Entonces te entregaste como prostituta a todo hombre que pasaba. Tu belleza estaba a la disposición del que la pidiera.
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Usaste los hermosos regalos que te di para construir lugares de culto a ídolos, donde te prostituiste. ¡Qué increíble! ¿Cómo pudo ocurrir semejante cosa?
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Tomaste las joyas y los adornos de oro y plata que yo te había dado y te hiciste estatuas de hombres y les rendiste culto. ¡Eso es adulterio contra mí!