2
«Hijo de hombre, tú vives entre rebeldes que tienen ojos pero se niegan a ver; tienen oídos pero se niegan a oír, porque son un pueblo rebelde.
3
»De modo que ahora, hijo de hombre, haz como si te enviaran al destierro. Prepara tu equipaje con las pocas pertenencias que podría llevarse un desterrado y sal de tu casa para ir a otro lugar. Hazlo a la vista de todos para que te vean. Pues quizás presten atención a eso, por muy rebeldes que sean.
4
Saca tu equipaje en pleno día para que te vean. Luego, por la tarde, mientras aún estén mirándote, sal de tu casa como lo hacen los cautivos cuando inician una larga marcha a tierras lejanas.
5
Cava un hueco en la muralla a la vista de todos y sal por ese hueco.
6
Mientras todos observan, carga el equipaje sobre los hombros y aléjate caminando en la oscuridad de la noche. Cúbrete el rostro para que no puedas ver la tierra que dejas atrás. Pues yo he hecho de ti una señal para el pueblo de Israel».
7
Por lo tanto, hice lo que se me ordenó. A plena luz del día, saqué mi equipaje, lleno de cosas que llevaría al destierro. Por la tarde, mientras el pueblo seguía observando, cavé con las manos un hueco en la muralla y salí en la oscuridad de la noche con el equipaje sobre los hombros.
8
A la mañana siguiente, recibí este mensaje del Señor
:
9
«Hijo de hombre, esos rebeldes —el pueblo de Israel— te han preguntado qué significa todo lo que haces.
10
Diles: “Esto dice el Señor
Soberano: ‘Estas acciones contienen un mensaje para el rey Sedequías, en Jerusalén,
y para todo el pueblo de Israel’”.
11
Explica, entonces, que tus acciones son una señal para mostrar lo que pronto les sucederá a ellos, pues serán llevados cautivos al destierro.
12
»Hasta Sedequías se irá de Jerusalén de noche por un hueco en la muralla, cargando sólo lo que pueda llevar consigo. Se cubrirá el rostro y sus ojos no verán la tierra que deja atrás.