3
Le dicen al pueblo: “¿Acaso no es un buen momento para construir casas? Esta ciudad es como una olla de hierro. Aquí adentro estamos a salvo, como la carne en la olla”.
4
Por lo tanto, hijo de hombre, profetiza contra ellos en forma clara y a viva voz».
5
Entonces vino sobre mí el Espíritu del Señor
, y me ordenó que dijera: «Esto dice el Señor
a los habitantes de Israel: “Yo sé lo que ustedes hablan, porque conozco cada pensamiento que les viene a la mente.
6
Ustedes asesinaron a muchos en esta ciudad y llenaron las calles con cadáveres.
7
»”Por lo tanto, esto dice el Señor
Soberano: es cierto que esta ciudad es una olla de hierro, pero los trozos de carne son las víctimas de la injusticia de ustedes. En cuanto a ustedes, pronto los sacaré a rastras de esta olla.
8
Les haré caer la espada de la guerra que tanto temen, dice el Señor
Soberano.
9
Los expulsaré de Jerusalén y los entregaré a extranjeros que ejecutarán mis castigos contra ustedes.
10
Serán masacrados hasta las fronteras de Israel. Ejecutaré juicio contra ustedes y sabrán que yo soy el Señor
.
11
No, esta ciudad no será una olla de hierro para ustedes ni estarán a salvo como la carne dentro de ella. Los juzgaré, incluso hasta las fronteras de Israel,
12
y sabrán que yo soy el Señor
. Pues se negaron a obedecer mis decretos y ordenanzas; en cambio, han imitado las costumbres de las naciones que los rodean”».
13
Mientras yo aún profetizaba, murió de repente Pelatías, hijo de Benaía. Entonces caí rostro en tierra y clamé: «Oh Señor
Soberano, ¿vas a matar a todos en Israel?».